lunes, 30 de junio de 2014

Ya no necesito ser guapa, ahora necesito ser yo

Y ayer, estirada en el cesped con mi mejor amigo, un hombre muy especial, me di cuenta de algo: ¡Meses, hace meses que me miro al espejo y no me juzgo! Pero voy más allá, porque lo que me dejó más alucinada fue darme cuenta de que en mi vocabulario mental ya no aparecen las sentencias: "Eres guapa" o "Eres fea", sino "Eres." Y punto.

Y entonces se lo expliqué a mi amigo y me sonrió, porque él ha vivido conmigo, me conoce mucho, y sabe la cantidad de años que pasé tratando de realizar dietas inútiles para perder grasa (que, por otra parte, no me sobraba, pero yo creía que sí), tratando de ser "guapa", tratando de encajar en el patrón establecido (¡qué horror!). Sí, él se alegró porque sabe donde he estado metida. Y después de unos minutos en silencio, dijo: "Pero tú siempre has sido guapa, con el cabello corto o largo, con falda o con pantalón. Siempre." Y volví a sorprenderme porque, esta vez, pude sonreírle yo, ¡pude aceptar el cumplido, pude sentir que me lo decía de corazón y pude agradecérselo! Y no me escondía detrás de respuestas llenas de ironía o cambios de tema bruscos, como antes, no, ahora le miraba a los ojos y le agradecía de verdad.

Pero yo ya no necesito ser guapa. Ya no. Yo, ahora, necesito ser yo. Ser completa y exuberantemente yo, con mis sensibilidades extremas y mi necesidad de soledad; con mis gustos poco comunes y mis chanclas viejas; con mis pecas y mis pelos en las piernas; con mi voz de pito cuando me irrita algo y mi frialdad cuando no me fío; con mi amor a los gatos callejeros, aunque vuelva a casa llena de pulgas; con los pies negros porque voy descalza todo el día, como cuando tenía 8 años. 
 

Fuente: Casa de Luna

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