El amor nos descubrió
los cerezos florecieron
aquella primavera; cuando
de nuevo cambiaron
ya éramos dos extraños
Mi única duda era
si acaso no lo fuimos siempre
No pensé posible una duda así
me contraía el corazón, no le alcanzaba
la paz
a mi mente
Supongo que eso fue todo:
el silencio obligado, el sacrificio
de la divina figura amada
por inocencia de aquellos que no saben
Él no recuerda, a mí me es indiferente recordar
Dirá de mí lo mismo que de otra
le dirá a otra lo mismo que a mí
y seremos todas un gran muñeco
un fantasma sin rostro
No, alguien así no podía amarme
No volveré a vivir un amor ciego
retorcido desde la violencia
cruelmente tuerto, muerto
para la siguiente temporada
por un despiadado reloj humano:
un martillo
sin memoria
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