Si nos volvemos adictos a lo exterior, nuestra interioridad vendrá a acosarnos.
Nos dominará la sed y ninguna imagen, persona o acto podrá saciarla.
Para estar completos, debemos ser fíeles a nuestra compleja vulnerabilidad.
Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo antiguo y lo nuevo.
Nadie puede afrontar esta misión por nosotros. Cada cual es umbral, único e irrepetible, de un mundo interior. Esta integridad es santidad. Ser santo es ser natural, acoger los mundos que encuentran equilibrio en ti.
Detrás de la fachada de la imagen y la distracción, cada uno es un artista en este sentido primigenio e inexorable.
Cada uno está condenado y tiene el privilegio de ser un artista interior que lleva consigo y da forma a un mundo único.
Nos dominará la sed y ninguna imagen, persona o acto podrá saciarla.
Para estar completos, debemos ser fíeles a nuestra compleja vulnerabilidad.
Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo antiguo y lo nuevo.
Nadie puede afrontar esta misión por nosotros. Cada cual es umbral, único e irrepetible, de un mundo interior. Esta integridad es santidad. Ser santo es ser natural, acoger los mundos que encuentran equilibrio en ti.
Detrás de la fachada de la imagen y la distracción, cada uno es un artista en este sentido primigenio e inexorable.
Cada uno está condenado y tiene el privilegio de ser un artista interior que lleva consigo y da forma a un mundo único.
ANAM CARA
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