Sigo con los mensajes que me encuentro por la red, rumbosos y sin rumbo. ¿O no? No estoy en el momento de escribir -todavía-. Tengo que vivir más a fondo lo que soy, lo que apetezco. Lo que me pertenece. Lo que me es propio. No soy una bicicleta. Mi abuela tampoco lo es. Creo en mí como mujer y no como persona perteneciente a esta sociedad. ¿Que como soy MujeR no quepo en este mundo? No. No sé cuándo me quedaré tranquila. No sé si finalmente venceré. Espero que sí. Hasta entonces no sé lo que ocurrirá. Espero que finalmente suceda algo bueno. Siempre.
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Vivir con un poco menos, no pintarse las uñas ni tener más de
cuatro pares de zapatos. Frecuentar muy poco los supermercados, los
grandes centros comerciales, las horribles oficinas. Acudir, sin
embargo, más al bosque, al parque, a las riveras de los ríos, a la
sombra de las encinas, al mar solitario, aunque sea descalza, aunque sea
con el mismo jersey gastado que llevábamos en el instituto. Trabajar al
aire libre, a media jornada y por cuenta propia. Tener un montón de
tiempo para una, pasar largos días en la propia compañía, sin utilizar
el móvil ni el ordenador ni la tablet ni… Escuchar a los pájaros como si
nos fuera la vida en ello, caminar, caminar mucho por entre las
cortezas, las ramas, el musgo, las flores. Tener un lago enteramente
nuestro, para bañarnos desnudas, y ver cómo se acercan los martines
pescadores, esas criaturas de azul vibrante y naranja tan necesarias
para el alma. No protegernos de la lluvia, dejarnos empapar por el cielo
que tiene algo que decirnos. Depilarnos menos y leer a las grandes
mujeres, mujeres de todos los tiempos que dejaron su sabiduría para
nosotras, su legado. Cocinar todos los días por placer, porque podemos
hacer verdadera magia para la vista y la sangre con sólo cocinar. Dormir
sin bragas, aprovechar las noches de verano para dormir a la
intemperie, mirar fijamente al sol cuando está casi escondiéndose por la
lejana montaña. Rodearse de belleza, alimentar el fuego creativo,
respetar el ritmo que nos marcan nuestros ciclos. Respirar profundamente
cada cinco minutos, volviendo la conciencia al cuerpo, ese templo tan
hermoso que tenemos. Convivir con animales salvajes, como los felinos,
los perros y los pájaros, correr y volar con ellos. Amamantar a nuestras
crías, dormir a su lado, darles masajes todo el tiempo. Leer cuentos
infantiles, son un remedio eficaz contra la desilusión y la
desesperanza. Bailar en la naturaleza, mover las caderas entre montañas o
en la ancha llanura castellana, rodearse de mujeres que quieren vivir
más libres y más ellas. Tocarnos los pechos un día sí y otro también,
agradeciendo, amando y respetando su presencia. Dejarse inspirar por lo
siguiente: viajes, águilas, sueños, indígenas, plantas, meditación,
silencio, niños, arte, acantilados…
Todas podemos introducir algunos de estos cambios en nuestra vida
cotidiana. Es esencial que lo hagamos, si no queremos morir de hambre.
La mujer de hoy ha sido civilizada en exceso, está sobreestimulada
intelectualmente en un trabajo que le ocupa ocho o más horas diarias, en
una vida virtual que la satura con estímulos que nada le aportan:
entrevistas a no sé quién, anuncios graciosos, fotos de personas a las
que ni siquiera conoce, conversaciones frívolas, jueguecitos en el
móvil… Lo bueno de ésto es que, tarde o temprano, deja de funcionar, la
humana llega a niveles altísimos de fatiga, desinterés y ansiedad, y se
ve obligada a buscar en otra parte, quizás debajo de las raíces de los
árboles, quizás en su propio corazón.
Puede que tú seas una de esas mujeres y te sientas al borde del
cansancio, del profundo vacío, del sinsentido que duele como la peor de
las heridas. Quizás no logres encontrar espacio para tí, para
alimentarte por dentro, para fortalecer tus pasiones y grandes sueños.
Si te encuentras sin fuerzas en una encrucijada del camino y no sabes
para dónde tirar…. Escucha estas palabras, hembra, PRIORIZA. Lárgate
sola al bosque, al campo, a esa ciudad que tanto te ha inspirado
siempre. Deja lo que tengas que dejar atrás: el trabajo, una relación
que ya no te nutre, unos estudios que no satisfacen tus inquietudes,
obligaciones varias… COGE el pulso firme que te queda y dedícate en
exclusiva a llamar al fuego que perdiste, la libido que antaño te
permitía ilusionarte de verdad, hacer las cosas con verdadera alegría y
PODER. Sólo te tienes a ti, linda, con tus dos alas grandes y tus garras
de águila. NO TE ABANDONES ahora. Vuela sobre las veredas, otea todos
los riscos, tantea los diferentes tipos de viento hasta que te
encuentres de nuevo. Para eso estás aquí, mujer. Y lo sabes.
Gracias por estar ahí,
Nuria.
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