"Poco a poco aprendí a abrirme a la intimidad conmigo misma y con los demás, a escuchar mi dolor y el de los demás, a estar presente en mi propia vulnerabilidad y en la de los demás, y así llegué a tomar contacto con una nueva profundidad, con algo nuevo y desconocido, la fuerza que mi corazón había estado añorando todo ese tiempo.
Y no necesitaba ser reparado, simplemente era la profundidad oscura de lo femenino que estaba llamándome de vuelta al hogar. Descubrí la ferocidad en mi vientre, una ferocidad mucho más profunda que nuestra pobre idea acerca de lo femenino, basada sólo en la bondad, la dulzura y en ser unas nutridoras. Se trataba de una ferocidad tierna que, como el océano, era capaz de destruir para volver a crear de nuevo.
Y vi que a pesar de todo lo dicho sobre la igualdad de los derechos humanos, todas y cada una de las infraestructuras existentes en el planeta seguían apuntando aún al único Dios masculino, que sentenciaba y apenas permitía la vulnerabilidad, que poseía poca habilidad para relacionarse y temía todo lo terrenal y lo humano, todo lo profundo, oscuramente erótico y femenino."
-Elisabeth Joseph Serra.-
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