A Javier
Saboreando Egipto le captaría ancestral
Sus manos
expresionistas
su rostro
poderosísimo
su mirada atenta, su roce
un miedo recitativo que refluía desde mis ojos
-conocedores del infinito mal-
hasta esa amplísima mirada inocente
¡yo nunca habría sentido tal horror al reflejarse
mi espanto en ojo ajeno! -¡ay
que me autoaterrorizaba! carnicería
fantasmal sádica entre las piernas-
terminaríamos jugando plácidos, niños
pues asustados
-jamás hubiera él entendido tanto mal junto-
así rezábamos palabras incomprensibles
tallábamos movimientos disciplinados
para encontrarnos en la pared romántica
Él, él, que existe la bondad inteligente
el humor sanándose
en él y por él
llegué de vuelta a los profundos viñedos del amor
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