La vida nos trae muchos retos y nuestro mayor anhelo es encontrar la manera de vivirla sin tener que sufrir. Pareciera ser la tarea más difícil y la que menos logramos porque no sabemos cómo enfrentar los sucesos diarios que continuamente van apareciendo.
La clave para evitar el sufrimiento es aceptar en vez de resistirnos a cuanto nos sucede. Aceptar lo que sucede sin reaccionar, sin resistirnos a lo que se presenta, por muy desagradable que los sucesos parezcan, esa es la vía. Estas son las dos únicas opciones que tenemos, no existe otra. Aceptar o reaccionar.
Generalmente nos resistimos, luchamos, manipulamos, tratamos de controlar y cambiar aquello que no nos gusta, o nos hace sufrir. Otras veces huimos, evitamos, ignoramos o terminamos reaccionando violentamente porque no conocemos otra manera de enfrentar aquello que estamos sintiendo. Lo que sentimos es el verdadero problema, no lo que realmente está sucediendo. Es como percibimos las cosas que ocurren según nuestros conceptos de lo que está bien o mal. Un simple ejemplo podría ser que alguien bienintencionado se nos acerca para darnos un consejo que no hemos pedido y lo tomamos como un ataque a nuestra persona, como una interferencia, entonces reaccionamos porque el concepto que tenemos sobre nosotros se ve amenazado, cuestionado. Esto nos produce sentimientos de ira, impotencia y arremetemos contra esa persona, en vez de mirar qué creencias ocultas tenemos acerca de nosotros mismos que nos hacen sentir de esta manera. Son innumerables los ejemplos que servirían para darnos cuenta como proyectamos nuestras creencias en el exterior, pero eso sería otro escrito. Aquí hacemos énfasis en lo que sentimos que es donde tenemos que colocar nuestra atención, en nuestras interpretaciones erróneas y no en los sucesos en sí que carecen de valor.
Estamos tan dormidos que no nos percatamos que las situaciones, sea las que sean: aquello que nos resulta desagradable, aquello que nos causa ansiedad, aquello que aparentemente nos hacen o nos quita el sueño; no proceden del afuera, del mundo externo. Poseemos un filtro mental, un lente que distorsiona todo lo que entra, ajustándolo a nuestra visión del mundo. Somos nosotros quienes juzgamos, interpretamos y lo sentimos o como una amenaza o como una bendición.
Todo lo que nos ocurre carece de significado alguno, y nosotros somos quienes le otorgamos el significado según como lo interpretamos. Nada de lo que oigas es personal, sólo son tus memorias que le dan significado a las palabras. Nada de lo que veas tiene significado sino en ti y para ti.
El mundo que vivimos es neutro, lo que le da color y sabor es nuestra percepción basada en nuestras creencias. Qué bueno sería ver el mundo neutro, como realmente es o tal vez con los ojos del amor y dejar de darle el significado que le estamos dando. Esto depende únicamente de la autoobservación constante, adiestrar nuestra mente y mantenernos alertas porque estamos programados.
Si pudiéramos entender que la causa de absolutamente todo está en nosotros y el efecto es lo que estamos sintiendo, el mundo dejaría de lastimarnos. La causa son las definiciones que le damos, que procede de aquello que creemos. Si podemos darnos cuenta que lo que nos produce sufrimiento es nuestra manera de pensar y que podemos ver las cosas, y el mundo de otra manera, sin juzgar, sin darle significado, aceptando lo que es, sin poner mente, sin tratar de analizar,… entonces sentiremos paz.
Todo es neutro, nada sucede realmente fuera de nuestra mente. Todo el universo es mental. La resistencia que pongamos a lo que estemos experimentando, nos traerá más de aquello que estemos evitando. Si aceptamos desligándonos con una actitud de completa tranquilidad y dejamos pasar aquello que nos causa sufrimiento sin detenernos en él, fluiremos como el río que bordeando las piedras sigue su cauce sin desviarse.
Dependiendo de cómo decidamos ver un evento, ya sea como una amenaza o como una bendición, se convertirá en un problema más o en una oportunidad y marcará la diferencia de cómo nos vamos a sentir. De allí depende el efecto que en nuestra vida tenga; si sufrimos o nos sentimos en paz. Si aceptamos lo que es, sin colocar allí nuestra energía todo pasará sin dejar residuos.
¿Qué realidad prefieres experimentar? ¿Aceptar, amar, dar las gracias y bendecir lo que ves, lo que sientes y todo lo que ocurre en tu realidad o quejarte, lamentarte y victimizarte? Siempre habrá situaciones que parezcan desafiantes, injustas, desalmadas y trágicas. Siempre habrá razones perfectamente justificadas para enfocarse en lo que está mal. Sin embargo, la elección de colocar tu enfoque en estas situaciones te vinculará a las líneas de tiempo de menor vibración y por ende vivirás más situaciones similares.
No necesitas escapar del sufrimiento, no tienes por qué escapar del dolor, de las penas, de lo que te causa estrés, de la soledad o del disgusto. Si tan sólo buscas permanecer en él, sintiendo en silencio, observándolo, haciéndolo tuyo, sin tratar de solucionar y sin tratar de interpretar ni juzgar. Si lo pudieras ver como si en tus manos tuvieras un diamante con muchas aristas y lo aprecias por lo que es, sin tratar de transformarlo, pronto comenzarás a ver sus otras facetas que te darán un sentimiento de gran libertad. Si aceptas lo que es, sin prejuicios y sin preferencias, muy pronto comenzarás a ver bendiciones escondidas en todas las situaciones.
Las bendiciones implícitas en aquello que más dolor nos causan es que ellas tienen el mayor potencial de transformarnos.
Los cambios son lo único constante en el universo, puedes aceptarlos diciendo GRACIAS, amándolos o puedes resistirlos luchando, pero son inevitables. Al no engancharnos en lo que nos daña, dejándolo pasar, este seguirá su camino sin tocarnos. Si reaccionas, si te resistes a él, es tuyo y tendrás que lidiar con sus efectos.
Abraza cualquier situación desagradable, en vez de resistirte y luchar contra ella y después que la experimentes , encontrarás paz.
La clave para evitar el sufrimiento es aceptar en vez de resistirnos a cuanto nos sucede. Aceptar lo que sucede sin reaccionar, sin resistirnos a lo que se presenta, por muy desagradable que los sucesos parezcan, esa es la vía. Estas son las dos únicas opciones que tenemos, no existe otra. Aceptar o reaccionar.
Generalmente nos resistimos, luchamos, manipulamos, tratamos de controlar y cambiar aquello que no nos gusta, o nos hace sufrir. Otras veces huimos, evitamos, ignoramos o terminamos reaccionando violentamente porque no conocemos otra manera de enfrentar aquello que estamos sintiendo. Lo que sentimos es el verdadero problema, no lo que realmente está sucediendo. Es como percibimos las cosas que ocurren según nuestros conceptos de lo que está bien o mal. Un simple ejemplo podría ser que alguien bienintencionado se nos acerca para darnos un consejo que no hemos pedido y lo tomamos como un ataque a nuestra persona, como una interferencia, entonces reaccionamos porque el concepto que tenemos sobre nosotros se ve amenazado, cuestionado. Esto nos produce sentimientos de ira, impotencia y arremetemos contra esa persona, en vez de mirar qué creencias ocultas tenemos acerca de nosotros mismos que nos hacen sentir de esta manera. Son innumerables los ejemplos que servirían para darnos cuenta como proyectamos nuestras creencias en el exterior, pero eso sería otro escrito. Aquí hacemos énfasis en lo que sentimos que es donde tenemos que colocar nuestra atención, en nuestras interpretaciones erróneas y no en los sucesos en sí que carecen de valor.
Estamos tan dormidos que no nos percatamos que las situaciones, sea las que sean: aquello que nos resulta desagradable, aquello que nos causa ansiedad, aquello que aparentemente nos hacen o nos quita el sueño; no proceden del afuera, del mundo externo. Poseemos un filtro mental, un lente que distorsiona todo lo que entra, ajustándolo a nuestra visión del mundo. Somos nosotros quienes juzgamos, interpretamos y lo sentimos o como una amenaza o como una bendición.
Todo lo que nos ocurre carece de significado alguno, y nosotros somos quienes le otorgamos el significado según como lo interpretamos. Nada de lo que oigas es personal, sólo son tus memorias que le dan significado a las palabras. Nada de lo que veas tiene significado sino en ti y para ti.
El mundo que vivimos es neutro, lo que le da color y sabor es nuestra percepción basada en nuestras creencias. Qué bueno sería ver el mundo neutro, como realmente es o tal vez con los ojos del amor y dejar de darle el significado que le estamos dando. Esto depende únicamente de la autoobservación constante, adiestrar nuestra mente y mantenernos alertas porque estamos programados.
Si pudiéramos entender que la causa de absolutamente todo está en nosotros y el efecto es lo que estamos sintiendo, el mundo dejaría de lastimarnos. La causa son las definiciones que le damos, que procede de aquello que creemos. Si podemos darnos cuenta que lo que nos produce sufrimiento es nuestra manera de pensar y que podemos ver las cosas, y el mundo de otra manera, sin juzgar, sin darle significado, aceptando lo que es, sin poner mente, sin tratar de analizar,… entonces sentiremos paz.
Todo es neutro, nada sucede realmente fuera de nuestra mente. Todo el universo es mental. La resistencia que pongamos a lo que estemos experimentando, nos traerá más de aquello que estemos evitando. Si aceptamos desligándonos con una actitud de completa tranquilidad y dejamos pasar aquello que nos causa sufrimiento sin detenernos en él, fluiremos como el río que bordeando las piedras sigue su cauce sin desviarse.
Dependiendo de cómo decidamos ver un evento, ya sea como una amenaza o como una bendición, se convertirá en un problema más o en una oportunidad y marcará la diferencia de cómo nos vamos a sentir. De allí depende el efecto que en nuestra vida tenga; si sufrimos o nos sentimos en paz. Si aceptamos lo que es, sin colocar allí nuestra energía todo pasará sin dejar residuos.
¿Qué realidad prefieres experimentar? ¿Aceptar, amar, dar las gracias y bendecir lo que ves, lo que sientes y todo lo que ocurre en tu realidad o quejarte, lamentarte y victimizarte? Siempre habrá situaciones que parezcan desafiantes, injustas, desalmadas y trágicas. Siempre habrá razones perfectamente justificadas para enfocarse en lo que está mal. Sin embargo, la elección de colocar tu enfoque en estas situaciones te vinculará a las líneas de tiempo de menor vibración y por ende vivirás más situaciones similares.
No necesitas escapar del sufrimiento, no tienes por qué escapar del dolor, de las penas, de lo que te causa estrés, de la soledad o del disgusto. Si tan sólo buscas permanecer en él, sintiendo en silencio, observándolo, haciéndolo tuyo, sin tratar de solucionar y sin tratar de interpretar ni juzgar. Si lo pudieras ver como si en tus manos tuvieras un diamante con muchas aristas y lo aprecias por lo que es, sin tratar de transformarlo, pronto comenzarás a ver sus otras facetas que te darán un sentimiento de gran libertad. Si aceptas lo que es, sin prejuicios y sin preferencias, muy pronto comenzarás a ver bendiciones escondidas en todas las situaciones.
Las bendiciones implícitas en aquello que más dolor nos causan es que ellas tienen el mayor potencial de transformarnos.
Los cambios son lo único constante en el universo, puedes aceptarlos diciendo GRACIAS, amándolos o puedes resistirlos luchando, pero son inevitables. Al no engancharnos en lo que nos daña, dejándolo pasar, este seguirá su camino sin tocarnos. Si reaccionas, si te resistes a él, es tuyo y tendrás que lidiar con sus efectos.
Abraza cualquier situación desagradable, en vez de resistirte y luchar contra ella y después que la experimentes , encontrarás paz.
Jocelyne Ramniceanu
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