Oh caro amante al que alimento y complazco
por la verdísima pradera o el lago, en el estanco del carbón
tu precio es una eternidad enferma del mismo modo
que una sorpresa galante, desordenada, sin principio
Me conociste siendo más niña que tu niño
te amé a ti más que a la promesa perfecta
oh diabólica ascensión, me hallo en la puerta
entornada de un centro valdío -motor de nadie-
Pero qué pronto aprendí yo de tu artística mirada
-temprano descenderíamos de aquella blanca torre armónica-
oh la incenciaria de los fragmentos que anochecían
y se guardaban hasta la tumba sin muerte, oh, amor... ¡inocencia perdida!
Soy una infanta plena de bondad y maldad
qué luz dual y sabia soy, qué la experiencia
Relámpago patético -un rayo triste se alza ante ti-
ya te devora sin elección cuanto docto u oculto
No hay comentarios:
Publicar un comentario