lunes, 22 de julio de 2013

“El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca dejar de ser...”
(1ª Cor.13:4-8)


No vuelvas a redimirte
no vuelvas a preocuparte por mí
ya nada necesito

Cuando tenía seis puñales clavaditos en el pecho
de su veneno
yo
insinuaba:
"Ah, ¿quieres joderme? Me importaría una mierda
a decir verdad"

(al no tener ya nada que ganar
y aquello hecho que perder
su actuación carecería de importancia)
Yo, maestra de la inversa psicología
chamana y transeúnte de las ánimas
mirar, dolor del otro, ser perceptivamente
su gran canal de expiación

Cuando tú casi te tiraste por un puente
cuando yo al fin
me desgarré a muñeca viva a base de granito
la piel inmarcesible del amor sacro
y ya probaste de la pócima esencial, cuando dijiste
si había pensado en todo el daño como potencia
me dije: "bah, pero al menos lloraste..."

No había razón para seguir arrastrándose
no hubo razón
para alargar aquella fiesta decadentista

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