"Vino Henry. Me senté en el sofá y, en voz baja, le hice mis reproches, una larga acusación (...) Y me tendió en el sofá y me tomó sencillamente, con una mezcla de hambre y ternura, deteniéndose para decir: 'Dios mío, Anaïs, ¿no sabes cómo te amo?'
Anaïs Nin
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