lunes, 11 de mayo de 2015

Ejercicio de reflexión

Este tipo de ejercicios de corte íntimo y personal, he decidido colgarlos ahora mismo si es preciso y con un par, para demostraros que también soy humana (aunque sé que no mucho, la verdad...)  xDD
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Fundamentación del juicio "No tomo la iniciativa"

El juicio que me regalaron fue "Tomas la iniciativa", que aunque es de corte positivo, me conecta precisamente con la idea que tengo de mí misma, que es más bien la contraria, puesto que me veo con muchas dificultades en mi día a día para tomar la iniciativa y compatibilizarla con la de los demás. Es por esto que me resultó más interesante para fundamentar el juicio contrario, también como curiosidad decir que esta misma persona que me lo hizo me dijo también otro juicio que confirmó en el pasado -cuando me conoció en 2011- pero no en el presente: "Exiges a los demás que tomen la iniciativa".
Ahora mismo el hecho de tomar la iniciativa y flexibilizar la exigencia es uno de los aprendizajes que estoy teniendo (y conste que no lo llevo muy bien).
En general, en este ejercicio he observado que lo que algunas personas perciben como un juicio negativo, otras lo encuentran como algo positivo -por ejemplo, el hecho de que cuestione la realidad aparente de modo "filosófico", es percibido por una persona como virtud que aporta mucho a los demás, y por otra, como una cierta barrera para ser comprendida y conectar-, lo que me hace pensar en el potencial puro y elemental de las inclinaciones humanas, sin polaridades o etiquetas positivas o negativas. También en este punto este aprendizaje me conecta al concepto de la sombra, lo más recóndito, oscuro y temido que en realidad, cuando llega a ser visto, es una fuente de potencial.
Lo que voy aprendiendo sobre mí me enseña a no despreciarme y a aceptarme con mis inclinaciones, además de a ser más comprensiva con las inclinaciones de los demás: ya no veo en principio nada de eso como una amenaza o una gran falla de aceptación por parte de otras personas hacia mí. Si no lo aceptan es porque no lo comprenden, mi intención no es mala y yo no puedo hacer nada ante la poca consideración de otra persona: ellos verán si desean ser comprensivos o no. Y si no pueden, lo iré aceptando.


Paso entonces a fundamentar el juicio:

¿Para qué?

Tal vez conservo este juicio porque obtenga el beneficio de no hacer ni el huevo, de no tomar decisiones, lo que sé es que viene de haber actuado así en el pasado porque no me sentía capaz de clarificar qué quería hacer, ni siquiera qué podía hacer. Me cuesta proponer y por ello cuento con que los demás me lo pongan un poco más sencillo proponiéndome lo que decidan, apetecen y quieren y yo también expresarlo del mismo modo. Desde luego, en este momento, antes que permanecer en la indiferencia, la pereza o la inacción, quiero disfrutar de mi vida y pasar poco a poco a acciones que me apetezcan, ir probando a ver qué me va bien, tomar las decisiones convenientes en cada momento, para permitirme dejar de pensar en preocupaciones estériles y ser feliz. Tal vez lo peor que he hecho en el pasado es esperar la iniciativa de los demás y alistarme, en lugar de generarla yo misma. Sera posible una modificación si decido por mí qué me apetece y se lo planteo a los demás como propuesta, generar una vida basada en la emoción propia y no en la pasividad, que me posibilitará actuar y no vivir en la inercia, no plantear mi tiempo, mi vida, en base a la motivación o acción ajena, lo cual acabaría limitando incluso mi propia libertad y margen de acción.

¿Respecto a qué?

En este punto, he visto personas que disfrutan de su vida, de su tiempo, de su libertad, mucho más que yo, que viven de manera más ágil, que no se preocupan porque les sale aquello que gustan hacer y lo hacen, que se organizan mucho mejor y les da tiempo a hacer todo, incluido disfrutar, que no renuncian a nada porque les resulte una responsabilidad que no pueden gestionar, sino que son capaces de integrarlo todo en su vida. ¿Esto les sale de manera sencilla? Yo siempre estoy dudando, replanteándome todo, viendo por qué no me sale, pensando si me apetece, si realmente quiero o no. Llega a ser un calvario, vivo como amargo lo que en realidad sé que puede ser dulce.

¿En qué áreas de mi vida?

En todo menos en las en que no me lo permito, que es cuando me gusta hacer bien las cosas y eso me motiva, por ejemplo, como pareja, o para coordinarme en grupo para un objetivo que previamente haya elegido, cuando puedo compartir, comunicarme, aportar... Básicamente me ocurre en todo lo que no me motiva desde la emoción, veo como exigencia y no me hace aprender sino repetir. En todo lo que no he mencionado me descuido bastante y mi tendencia natural es generar de manera colectiva, interactuar. Detesto el individualismo por el individualismo, me hace sentir desconectada.
Puedo decir que respecto a los demás, respecto a participar de algo, puedo ser efectiva, respecto a mí, en solitario, no me veo tan efectiva.

¿En qué me baso para afirmarlo?

Muchas veces he tenido y aún tengo dificultades para concretar planes y luego decidir hacerlos, por lo tanto tiendo a no hacer nada con los demás por quedarme en la inacción y luego a ellos les sucede lo mismo conmigo.
He observado bastantes veces en el pasado que he dependido de que los demás quisieran hacer algo conmigo, si no yo no lo hacía. Sigo más o menos igual, aunque al menos ahora trato de tomar la iniciativa de proponerlo.
No suelo pasar a la acción si no me motiva mucho.

¿En qué me baso para poder afirmar lo contrario?

Propongo ideas a muchas personas, trato de proponer planes en pareja, soy más asertiva con los demás para decirles lo que no me apetece hacer o no quiero hacer de ese modo en concreto, no utilizo desde hace un tiempo como excusa esperar a que los demás tomen decisiones para yo poder hacer cosas con ellos y me tomen en cuenta, he comenzado a dar a los demás en este aspecto, a cuidarles también, en vez de esperar que primero me tengan en cuenta para no sentirme excluida. Mi actitud es más generosa y he reconocido el egoísmo de ciertas altas expectativas que ponía en los demás, también reprocho y me reprocho mucho menos y soy más comprensiva con los fallos, aunque tampoco los paso por alto, eso nunca. Al no exigir la perfección he dejado de esperar, soy más flexible y puedo tener ganas de hacer más cosas porque las disfruto y también es disfrutable para los demás, lo que antes no me sucedía, me impedía compartir.

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