lunes, 21 de marzo de 2016

La alegría de Paco y la tristeza de Pepa

Paco y Pepa eran bastante alegres los dos, pero tenían la maldición de no poder serlo juntos. Ambos no entendían absolutamente nada del por qué, así que Pepa decidió investigar al respecto, porque en su naturaleza estaban no resignarse ni creerse cualquier tópico para tratar de explicar las cosas, cosa que no le sucedía a Paco, quien solía terminar siendo pasto de estas cosas absurdas y no menos comunes y corrientes, ante el trágico asombro de Pepa, que no podía entender tanta estupidez.
Pepa observó que mientras ella tenía la necesidad de aceptar y vivir los momentos tristes de la vida sin queja alguna y sabiendo que pasamos por estados agradables y desagradables, llegaba a agradecer todo lo que vivía sin ver problema alguno en ello, incluso aunque lo pasara un poco mal a veces. Paco, en cambio, solo lloraba y se entristecía de pascuas a ramos, pero parecía estar más amargado y menos feliz que Pepa, quejándose y hablando de problemas que a Pepa no se lo parecían en absoluto. Paco tenía la costumbre de aferrarse a la alegría para no ponerse triste o estar menos triste. Pepa, tenía la costumbre de dejarse todo lo triste que estuviera y dejar salir el sol.
Finalmente, Pepa se dio cuenta de que cuando ella estaba junto a Paco y él estaba triste, ella le permitía alegremente la tristeza, entonces él huía porque no se la podía permitir, ante la consternación y extrañeza de ella. También, que cuando ella estaba triste, él no le permitía su tristeza, tratando de ponerse alegre o indiferente a su estado delante de ella, con lo cual ella se ponía cada vez más triste, pues creía que para él ya no valía estar como ella estaba ni ser como era y necesitaba.
En realidad, Pepa descubrió que se eclipsaban la alegría el uno el otro, ya que para ella es poder estar triste para después estar alegre, y para él era estar alegre para no estar triste.
Cuando ella estaba alegre aunque él estuviera triste, él se ponía más triste porque ella le permitía su tristeza, la que él no se dejaba vivir; cuando él estaba alegre por no estar triste, ella se ponía triste porque sabía que él estaba escapando de su tristeza en realidad, lo cual a ella le pone triste de verdad.
Así pues, en lo sucesivo, Pepa decidió dejar que Paco no se permitiera estar triste, puesto que esa era a menudo su manera de alegrarse, así fue como Paco y Pepa lograron por fin estar alegres juntos, y lo que para Paco no fluía, fluyó, lo cual sorprendió muchísimo a Paco, porque él ya había juzgado de antemano que la alegría no se podía vivir junto a la tristeza y que ellos se ponían tristes el uno al otro.
Ahora, seis meses después, Paco y Pepa se ponen tan alegres juntos, que incluso cuando Paco está triste hay una fiesta enorme entre ellos porque Pepa permite que él se alegre para no entristecerse, y cuando Pepa puede estar alegre al lado de Paco, Paco se alegra muchísimo, lo cual hace que Pepa no se ponga tan triste porque ella ya puede alegrarse tristemente sin entristecerse. Paco no entiende este galimatías, desde luego, pero ahora tampoco le hace falta porque todo le parece, de repente, muy bien. Para Pepa, no ha podido haber mejor maldición entre ellos, y así supo que no pudo hacer mejor en investigar y no creerse el tópico de que es que no fluía, la cosa. Porque, francamente, ella nunca había sabido qué coño era aquello de la cosa.

Moraleja: nada es excluyente, aunque de antemano hayamos podido pensar que sí, la cuestión no es pensarlo y pensar que no se puede, es vivirlo. Todo es cuestión de compaginarlo, de dar tiempo al tiempo y confiar en que se pueda, porque, contraintuitivamente, en la mayor tristeza, puede estar la sal de la vida, y en la mayor alegría puede haber una lágrima y una fiesta.

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