miércoles, 29 de octubre de 2014

10 gestos sexistas que no debemos permitir

Hay algunos tan cotidianos que hasta los pasamos involuntariamente por alto. El feminismo no es solo cosa de mujeres, ¿empezamos hoy?


Es curioso el machismo, parece que nunca pasa de moda.

Pero no voy a hacerme el santo, yo soy hombre y lo hago a menudo de la misma manera que juro por Dios sin ser creyente. El problema es que, sin darnos cuenta, esta normalización de la discriminación es un gota a gota que va debilitando la igualdad a la vez que fertiliza los clichés que no solo anclan a las mujeres en un lugar socialmente desfavorecedor, sino que agrandan la distancia que separa a hombres y mujeres, perpetuando una rivalidad que no solo es absurda y contraproducente sino tremendamente dañina.

Hace poco Emma Watson dio un emotivo discurso que casi todos hemos visto a estas alturas en el que lanzaba un mensaje que merece la pena difundir: la igualdad de géneros no es un problema de las mujeres, es un problema de derechos humanos. Todos (y todas, claro) tenemos un papel que jugar, y el nuestro, chavales, bros, colegas, primos… es un papel principal porque somos nosotros los que nos hemos visto favorecidos durante todo este tiempo. Así que a modo de devolución, para ponernos a remar a favor de un futuro en el que mundo el deje de parecer un patio de colegio, hay una serie de gestos y costumbres que no vendría mal que corrigiéramos empezando, por ejemplo, hoy mismo:

Los piropos o catcalling
Entiendo que muchos creen que es bonito y que en el fondo las mujeres lo agradecen, pero eso es como decir que el toro prefiere morir luchando honorablemente. Mejor preguntárselo a él o, en este caso, a ellas. Por supuesto que hay matices, el mundo está lleno de ellos, pero salivar frente a una chica que pasea por la calle mientras se comparte cada detalle fruto de una imaginación "intensa", es tan ofensivo para ella como humillante y denigrante para todos. Ya lo hemos dicho alguna vez, no existe un solo hombre que haya conseguido seducir a una chica usando esa técnica y sobre todo, resulta patético ver a alguien tratando de una mujer como el que trata una estatuilla. 

El sexismo en el lenguaje cotidiano
Esto es una bomba para nuestro idioma, pero así es: el castellano es bastante sexista. Esa diferenciación por género que además tiende a pluralizar en masculino es un obstáculo para la inclusión de la mujer por ejemplo aquí, en este texto. El “todos” usado más arriba os incluía implícitamente, excluyéndoos a la vez, obligándome a igualar a la fuerza. En Japón es aún peor porque los pronombres yo y tú difieren según el sexo, al contrario que en los países nórdicos donde se ha trabajado para introducir pronombres neutros. Parece una trivialidad pero Japón es uno de los lugares con mayor desigualdad entre hombres y mujeres mientras que los países son nórdicos son los más igualitarios. Como dice la autora de un texto similar a éste del que saco estos datos, “las palabras son importantes; muestran la interacción dinámica entre las ideas.”

Ser antifeminista es guay
Vuelvo a golpearme el pecho: como hombre, tiendo a hacer bromas fingiendo despreocupación, pero no dejan de ser eso, bromas. La realidad es muy diferente. Nunca debemos olvidar que el feminismo ha sido y sigue siendo necesario. No se trata de una beligerancia que antagonice a hombres y mujeres poniéndolos en contra, sino de una lucha, o si se prefiere un trabajo diario, para que las mujeres estén en el lugar que les corresponde; ni atrás, ni debajo, ni en un pedestal intocable, sino a nuestro lado. Hay quien dice que el feminismo es un movimiento reaccionario que quiere culpar a los hombres de todos los males humanos, que es incompatible ser feminista con la depilación o que ser feminista es odiar a los hombres, pero eso es como decir que todos los musulmanes son talibanes o que todos los cristianos odian a los gays.
Podemos afirmar con tranquilidad que ser feminista no tiene nada que ver con un machismo a la inversa o la otra cara de la moneda del fanatismo sexista, es la defensa de los derechos de la mujer en una sociedad que, a pesar de lo que digan algunos ingenuos (o algunas ingenuas…), sigue siendo injusta.

Diferenciar entre hijos e hijas
Esto es algo en lo que pienso mucho para cuando llegue el momento de tener críos y me imagino que muchos padres y madres lucharán contra sí mismos para no caer en el sexismo parental. Un chico tiene libertades y privilegios que muchos padres otorgan o restringen sin otra explicación más allá que la de su género, y de la misma manera se estima que los niños son más fuertes o tienen “menos derecho” a mostrarse vulnerables o llorar por el simple hecho de “ser hombres”. 
En “Gender Neutral Parenting: Raising Kids with the Freedom to Be Themselves” (algo así como “Educación de Género Neutral: Criar a tus Hijos con la Libertad de ser Quienes Son), Paiges Lucas-Stannard saca a relucir datos interesantes sobre cómo damos por hecho que las niñas son más débiles y los niños menos sociales y ofrece consejos para no condicionar su comportamiento basándonos en suposiciones injustificadas.
Si te parece muy diferente que sea tu hija o tu hijo de 18 años quien te pida permiso para irse de viaje con sus amigos, puede que tenga más que ver con tus prejuicios que con la capacidad de cada uno de desenvolverse en la vida.

Ser un caballero no significa ser pesado
Abrir la puerta a una mujer no debería ser tratado tanto como un ritual deferencial, como un gesto de buena educación. Es decir, ni necesitan que les abran la puerta, ni que les paguemos la cena, ni peguemos al tipo que las está molestando a no ser que la cosa se ponga fea, que es lo que haríamos con cualquier otra persona. A los hombres nos han educado para tratar de manera preferencial a las mujeres pero desde un lugar más cercano a la condescendencia que a la buena educación. Como hombre me siento cómodo abriendo la puerta a una mujer y pagando la cena, pero no me siento herido ni mucho menos si lo quiere hacer ella. Soy absolutamente consciente de que muchas veces estoy representando una escena que he visto pintada en un cuadro antiguo cuando lo hago, y me gusta cuando esa mujer me baja de mi atalaya y me devuelve a la fecha de hoy sujetándome la puerta y mandándome entrar haciendo un gesto con la cabeza. 
Y sí, me parece muy sensual.

No hablar de determinadas cosas con "señoritas" delante
Para empezar, no existe un filtro en google que distinga a usuarios de usuarias, así que cualquier cosa de la que hablemos los hombres ya lo habréis visto en algún sitio, escuchado en cualquier parte o vivido en vuestra casa. Esta condescendencia, una vez más, de los hombres que se autocensuran o peor aún, se liberan pero haciendo una cortesía decimonónica soltando un “a pesar de que hay una señorita en la mesa” es un viaje al pasado que no solo te deja en muy mal lugar como hombre, sino que infantiliza a la mujer, poniendo en evidencia la creencia machirula de que hay cosas que una chica no debería escuchar. Mi consejo si eres un hombre que piensa así: date una vuelta por un vestuario femenino (siempre con permiso, claro) o pasa más tiempo con tus hermanas, machote. Verás que no hay nada que les puedas enseñar.

Discriminar o prejuzgar a los hombres
Efectivamente, este fenómeno, que por supuesto existe, tampoco os favorece de ninguna manera. Cada vez que una mujer dice que de los niños se tiene que encargar ella o que mejor se pone ella a limpiar porque un hombre no lo hace igual, está poniendo otro ladrillo en el muro prehistórico del sexismo. Esto, que parece inofensivo e insignificante en algunos casos, una broma que pasa de madre a hija y de la que se goza de padre a hijo, va quitando responsabilidades a los hombres, asumiendo una falta de autocontrol que muchas veces se convierte en un exceso de indulgencia. Como cuando, por ejemplo, se escucha algo similar a esto: “la gente normal sabe que la mayoría de las mujeres que lloran una violación en un campus solo están expresando su remordimiento ante una conducta promiscua y alcoholizada en la que hubo consentimiento por ambas partes.”
Esta barbaridad, por no decir otra cosa, amigas, la soltó una mujer; Bárbara Kay, columnista del National Post en la I conferencia anual por los derechos del hombre. 
Tócate los…

La culpabilización de la mujer 
Un engendro que en muchos casos sale del apartado mencionado arriba es el de culpar a las mujeres de los errores masculinos. Cuando un hombre dice que una mujer va vestida para provocar, que ésa lo que quiere es que la miren o en el peor y más despreciable de los casos, que se ha buscado una horrible agresión sexual, como en el mencionado por Barbara Kay, damos veinte pasos atrás en la historia. Que una mujer no se sienta segura trabajando a solas por la noche en un local o cruzando un parque a altas horas de la madrugada es desafortunadamente normal, pero en absoluto debería serlo y jamás debemos aceptar que las mujeres normalicen su miedo. Que como sociedad lo asumamos como algo contra lo que no se puede luchar es el primer síntoma de que estamos culpando al inocente y perdonado al culpable, y eso es intolerable.

Todo eso que no soy capaz de imaginar
Porque de la misma manera que un blanco no será jamás capaz de sentir lo que es el racismo que han sentido, sienten y desgraciadamente seguirán sintiendo los negros, asiáticos, árabes y latinoamericanos del mundo entre otras “minorías”, los hombres no podemos saber lo que significa ser mujer. La cantidad de gestos y costumbres cotidianas que forman parte del día a día en vuestras vidas y que, mientras que para nosotros y muchas veces para vosotras también, pasa desapercibido, hacen que este debate siga en pie. Julia C. Beker y Janet K. Swim son las autoras de un estudio sobre la invisibilidad del sexismo que trata sobre todos esos actos sexistas que se cuelan por delante de nuestras narices cada día sin que nos demos cuenta.

Me gustaría dejar este décimo punto en blanco para que seáis vosotras las que nos ayudéis a nosotros, los hombres, a enterarnos de todas esas cosas que muchas veces se nos escapan y para que cualquier hombre perspicaz nos ayude a detectarlos. 

El sexismo, por mucho que nos lo tomemos a broma en ocasiones, es un lastre que conviene trabajar para quitarnos de encima, y no es justo que la responsabilidad recaiga sobre vosotras por la asunción de que sois las únicas afectadas. La mayoría de nosotros tiene a mujeres a las que ama a su alrededor y su felicidad, su libertad y el respeto que se les muestre son (o por lo menos deberían ser) tan importantes para nosotros como los nuestros propios. Yo me sumo al combate. Divirtámonos, riámonos y juguemos juntos, pero sin olvidar que todavía queda camino por andar.

Caminémoslo juntos.

O juntas


glamour.es

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