domingo, 7 de diciembre de 2014

Voy a hablaros de mi enfermedad con las botas de fútbol puestas

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Fue el fútbol el que me mostró que todo puede suceder en un segundo inesperado, tanto lo mejor como lo peor.

El fútbol también me dio instrucciones para entender que, ante cualquier imprevisto, no queda otra que buscar soluciones y jamás excusas, que son las que te hunden más y te hacen perder un tiempo valioso.

En la cautela del ‘partido a partido’, el fútbol me demostró que jamás hay que tirar las campanas al vuelo ni arrojar tampoco la toalla, dándome una virtud impagable como es la mesura.

Dentro de un vestuario de fútbol aprendí a dominar mis miedos, a respetar los miedos de los demás y a sentirme libre asumiendo responsabilidades. Me hice hombre mucho antes que la mayoría de mis amigos por el simple hecho de tener un examen semanal donde constantemente se actualiza tu prestigio y para lo que no sirven excusas de ningún tipo. Y es que en el terreno de juego no hay árboles donde esconderse y acabas siendo muy consciente de qué has hecho mal o bien, por qué lo has hecho así y en qué puedes mejorar. Porque siempre se puede mejorar. No lo olviden: siempre.

Y también fue el fútbol el que me enseñó a pensar en los demás. En la fortaleza del grupo. En el bien común. En ayudar al que se encuentra en apuros, pero no por condescendencia, sino por la más genuina solidaridad. Solidaridad que solo se presta totalmente cuando no hay engaños, cuando identificas que quien lo pasa mal, ya está dando todo lo que puede dar de sí y aun así necesita tu apoyo.

Y también disfruté compartiendo esfuerzos al lado de gente mejor que yo, sin que la envidia jamás apareciese porque, sencillamente, los mejores me hacían mejor a mí. Y porque aprendí muy pronto que hasta los mayores cracks de cualquier disciplina acaban necesitando de la ayuda y comprensión de quienes les rodean para ser aún más grandes y poder aspirar a las más altas cotas.

Y, señores, por encima de todas las cosas, el fútbol me enseñó a soñar en mayúsculas. Siempre con los pies en la tierra, pero soñar más allá de las nubes.

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