miércoles, 1 de julio de 2015

Que hermoso es contemplar la vida de otra persona y reflejar en otra parte tu humanidad sin tacha, sin culpa. Todos tus pecados son valiosos. Todos tus fallos son un proceso válido.

Ni siquiera tengo que escuchar música para estarla escuchando. Todo ha pasado a formar parte de mi, tan parte de mí que a veces creo que estoy llena de canciones, de una belleza que ni siquiera puedo recordar. No sé distinguir entre la alegría y la tristeza cuando la emoción fluye de esta manera. Pero no me importaría llorar de esto toda la vida.

La expresión ha llegado a ser tan mía que ni siquiera la puedo compartir. La vida tal y como transcurre, las palabras tal como se usan, todo ese eco de borrachera imaginaria, toda esta resaca de purificación que existo en la vida que se me desconecta del otro. ¿Soy yo? ¿Estoy acaso? ¿Puedo ser vista? ¿Puedo amar?

Mi soledad consiste en una trabajosa combinación de belleza y complementariedad, en una armonía que hace incomparable cualquier existencia. Mi soledad consiste en no poder compartir esta tarea que me ha sido encomendada. Mi soledad consiste en tu necesidad de estar solo, en tu vacío, en tu pérdida. En la reparación de todo lo acontecido en algún lugar, en algún momento. En el encuentro tan anhelado de dos soledades que se encuentran siendo una misma soledad, la misma explosión de existencia. Mi soledad es la necesidad de acompañar y ser acompañada libremente; en las barreras, en las ruinas que nos fueran impuestas por ninguna razón.

Todo es tan válido y nosotros somos tan valiosos que siento que nada puede obligar a ser, nada inclina a dificultar la tarea de la purificación del alma. No tengo razón alguna para experimentar mi vida, ha desaparecido toda ambición de espera. Este hueco de tiempo es un espacio no visto para que tú me veas. Para que tú puedas percibir tu inconstancia, tu confusión, tu ambigüedad, tu apremio. Todo aquello que de mí no percibes. Todo lo que no puedo decirte acerca de quien soy.

Una mujer es un misterio incluso para sí misma. El juego constante entre la consciencia y la inconsciencia es tan delicado que en este mundo no puede transparentarse. Hay que recrear el mundo propio, mostrar la opacidad, decir que es mentira. No hablo de nada que esté en ninguna parte, hablo de la propia creación, del primer homo sapiens. Siempre es lo mismo. Siempre será lo mismo. Hay aventura o no la hay. Hay vida o hay sobrevida.

Si tuviera que poner un ejemplo del sentido de todas mis palabras no encontraría ninguna experiencia compartida o comunicable. Sé que yo sola y tú solo nos dimos cuenta de lo que nos queríamos por alguna razón inexplicable. Bueno, sé que a veces sucede. Y sé que todavía hay más. Sé que hay algo que te lleva a mí, y baste.

Nunca he sido demasiado humilde en lo que esperé de la vida. Ahora que todo lo grande se pierde y se disipa tal vez mi presencia sea suficiente para saber dónde están las cosas que voy palpando a ciegas, sin encontrar.

Siempre esperé obras grandes y nunca tuvieron sentido para mí. Siempre vi obras grandes y pensé en grandes cometidos. Debo de haberlos realizado ya pues ahora nada encuentro, ni grande ni pequeño, nada palpo, nada que se pueda nombrar sin indiferencia.

Mi dolor estaba tan exhausto que no era capaz de ponerle un nombre y decirlo, tan exhausto de no encontrar su propio sentido. Entonces le conté tantas cosas para agradarle que se creyó todas las historias. Viajó lejos y volvió. Me pidió llorando que por favor le desnudara, que le quitara todos esos disfraces y que no le mintiera más. Después, se echó a dormir ¿Qué querrá ahora...?

Envidio tu alegría. Tú no deseas nada extraordinario, aprecias lo raro y te olvidas de la vida. Cuando no comprendes tienes varias opciones y en todas te equivocarás -si es que decides- antes de cambiar tu punto de vista. Y ni siquiera tus faltas te causan pérdida o infelicidad. Ni siquiera eres consciente de lo que pierdes y tal vez por ello regresa a ti. Envidio tu alegría.

Tuve el presentimiento de que nos volveríamos locos, pero me equivoqué. Creo que somos tan prudentes y tan cuerdos que nos estamos volviendo locos.

Todavía soy una persona que te mira. Cuando te miro eres un ser que se escabulle. Echo de menos las profundidades de mi vida. Vivo tu alegría tristemente, con concesiones. Como un estado de paz que me aleja de todo cuanto existe y no existe. Vivo en tu conexión y en su falta. Vivo echando de menos lo que no hay. Vivo la ausencia de un presidio y soy aquella amiga con la llave, desde afuera. Vivo una presencia irreconocible. Te miro y veo mi soledad con una lupa. Siempre me pregunto si eres y dónde estarías. Espera de ese momento en que te veo. Te veo...

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