“Esta semana alguien me preguntó si el feminismo seguía siendo necesario en los tiempos en los que vivimos.
El argumentario para justificar la no necesidad del feminismos en 
nuestra sociedad actual fue el que he escuchado miles, por no decir 
millones de veces: Que si la Constitución y su artículo catorce, que si 
la “discriminación positiva” que se está dando, que si las mujeres somos
 unas maltratadoras psicológicas, que pretendemos que nos “mantengan”, 
que si hay tantas denuncias por violencia de género es por los medios 
que exageran mucho y sólo sacan los casos de mujeres pero también hay 
hombres maltratados y no salen en los telediarios, que si los “pobres 
hombres” se encuentran acorralados y ya no saben cómo relacionarse con 
nosotras porque temen ser denunciados a la mínima broma que nos pueden 
gastar,…y así un largo etcétera.
Aseguro a quien pueda leer esto que hice un ejercicio de paciencia 
voluntaria para escuchar (de nuevo) este argumentario por ver si alguna 
novedad pero sólo había una y no estaba en el mensaje, sino en quien lo 
sustentaba: Una mujer joven, de unos apenas veinte años.
Y voy a comenzar mi respuesta diciendo lo mismo que le dije a ella: 
que soy feminista por convicción y que mi pretensión es que los derechos
 humanos de hombres y mujeres sean realmente los mismos en todas partes y
 desmaquillar y desnudar las desigualdades para hacerlas visibles y 
corregirlas. Que no me vale el llamado “derecho natural” que justifica 
que somos diferentes porque la naturaleza nos ha hecho diferentes.
A partir de ahí intenté (creo que sin mucho éxito al menos de 
inmediato) explicarle a esta joven que el feminismo no sólo era 
necesario, sino que es imprescindible si realmente nos creemos que somos
 una sociedad democrática.
Y es necesario porque aunque no se quiera ver, seguimos tratando de 
forma desigual a niñas que a niños incluso antes de nacer, porque nos 
socializamos de manera desigual y por tanto asumimos roles desiguales. 
Porque el patriarcado pervive en cada rincón de nuestra mente e incluso 
de nuestros corazones permitiendo incluso que haya gente que justifique 
la mayor de las desigualdades: el terrorismo machista. Porque sigue 
habiendo instituciones como la iglesia católica que niega explícitamente
 derechos a las mujeres y sigue considerándonos como subsidiarias de los
 hombres, y otras como la RAE que considera, a través de sus 
definiciones, que las madres no engendramos sólo parimos. Porque se 
siguen pisoteando nuestros derechos y libertades, como por ejemplo 
nuestro derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo y nuestra 
maternidad. Porque se nos siguen relegando a puestos de segunda o 
tercera categoría en los espacios de toma de decisiones. Porque seguimos
 cobrando menos por realizar el mismo trabajo. Porque aunque las aulas 
universitarias están llenas de mujeres, son los hombres quienes las 
dirigen. Porque aunque las mujeres tenemos una mayor expectativa de 
vida, los estudios sobre salud se siguen realizando mayoritariamente 
sobre los hombres. Porque la historia nos sigue ocultando las obras de 
arte y aportaciones de todo tipo realizadas por mujeres. Porque nuestros
 cuerpos de mujeres son utilizados como campos de batalla allá donde los
 hombres lo deciden, sea en un conflicto armado o en un conflicto de 
pareja. Porque nuestros cuerpos de mujeres son secuestrados y 
maltratados para ser explotados sexualmente en otros países o lugares 
del mundo. Porque los derechos humanos de las mujeres son pisoteados 
sistemáticamente en muchas zonas del mundo e incluso de nuestro mundo 
particular. Porque en los espacios simbólicos que nos imponen ya existe 
toda esa desigualdad y violencia simbólica o estructural desde antes de 
nacer. Porque la pobreza de ceba en mujeres y niñas. Porque nos matan 
por ser mujeres.
Y así muchísimos argumentos más que se podrían resumir en uno: 
Mientras exista una sola mujer en el mundo a quien hayan pisoteado uno 
sólo de sus derechos humanos, el feminismo no sólo será necesario, será 
imprescindible”.
Tere Mollá
 
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