Una vez un hombre rico le entregó una canasta con basura a un hombre pobre, el hombre pobre sonrió y corrió con la canasta, la vació, la lavó, la llenó de flores, y se la dio de regreso.
El hombre rico se asombró y le preguntó: ¿Por qué me has dado flores, si yo te di basura?
El hombre pobre le respondió: Porque cada uno da, lo que tiene en el corazón.
Desconozco el autor
Pues no
no me iba a quedar callada ante la ignominia
y demás cuentos chinos de mierda, de hecho
no tengo pensado volver a callarme
Como un luchador de sumo, empujaré
ante la esperpéntica calumnia
despertaré a los monos que se columpien en mi cara
y juro que no me volveré a ablandar o achantar ante las miserias de nadie
Dentro de mi corazón jamás ha habido basura
rebotó ante tus ojos oprimidos y lo anegó todo
es por esto que no viste nada más
-por cierto, ¿está rica?-
La única señal es que baje el polvo del camino
pero dime, ¿acaso sabes tú de eso?
Yo ya me he retirado la piedra del zapato, sé recapacitar
y sé decirme a mí misma que lo siento
pero jamás por renunciar a lo que me pertenece
la dignidad consiste en esto
lo merezco: lo soy
No aplaudo los cuentos consoladores de los monos, no doy
palmadas de condescendencia, no me dejo
palmear la espalda por nadie
no voy pelando plátanos y comiendo las cáscaras
para tratar de decirme "no" o "sí"
-no soy tan débil de carácter, no-
no voy tirando lo mejor a la basura, no
Adelante, sé caminar derecha sin mirarme al espejo
Tengo super amigos todos los días que no se cuestionan sus tristes vidas de mierda
tratan de tongarnos a todos haciéndose/nos creer que eso mola
un puñao
-y es que en lo oscuro siempre hay mucha compañía agradable-
así, todos solemos más o menos coincidir acríticamente
en las mismas monsergas, porque sí, nos gusta
irnos comiendo los nabos de este modo
pero también tengo amigos mejores -he de decir-, a los que escucho
que me hacen poder ver más allá de mi ombligo
y, vive dios, cómo me alegro por ello...
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