miércoles, 27 de abril de 2016

Y así están las cosas...

Por el amor y la libertad he llegado a padecer tanto que hasta pienso que sean la misma cosa.
El amor es una liberación del alma, allá donde no puede haber entendimiento porque hay asombro y espontaneidad natural, ni podemos conducir los asuntos a nuestro antojo. Por ello, está tan mal entendido, porque muchas personas lo ponen al servicio de sus propias necesidades y carencias, cuando el amor no necesita de nada para existir, es nuestra propia existencia desplegada en su total libertad y poder.
No es necesitar a alguien la medida para amar, más bien es cuan libre es capaz de ser la propia alma de todo esto para llegar a amar de veras. El amor no es vacío que llenar, llena su propio espacio y significa nuestro propio poder, nuestra presencia indiscutible en el mundo como valor único e insustituible.
Tan solo desde esta dimensión completa de uno mismo se puede ofrecer a otro ser humano la misma libertad de toda esclavitud de miedo y necesidad humana insatisfecha por uno mismo, porque simplemente dejas que suceda sin necesidad de poner barreras, porque el amor no es otra cosa que nuestro poder y libertad individual. El amor es una visión clara de lo que es cada alma humana y lo que representa en el mundo.
Cuando no hay nada de temer ante el mundo y el futuro, cuando tu libertad eres tú mismo y nada más necesitas para ese particular, amar no es una esclavitud porque eres un ser autónomo que se respeta incondicional e inviolablemente, ahí florece el amor; solo recibes lo que das y eres capaz de ser por ti mism@, porque ya no lo necesitas de otro.
Pero lo más importante de todo, para amar hay que tener ambición por ser capaz de afirmar el propio deseo y querer y conquistar el propio corazón por querer alcanzar ese valor personal y único, no para obtenerlo porque eso es una ilusión efímera y perecedera -y siempre volvemos a nosotros mismos-, sino simplemente para vivirlo porque la vida lo merece, y eso es un acto de confianza y gratitud ante la existencia y no una amenaza, puesto que ante lo que creemos amenaza nuestra libertad, nuestra felicidad y lo que somos, las barreras son propias. La incapacidad es propia, como propia es la vacilación e inseguridad.
Ojalá hubiera sabido esto antes. Pero no me daré golpes de pecho por mi equivocación ni trataré de irme de rositas sin ver mi propia incompetencia, simplemente me diré que lo siento, y que viviré sabiendo con certeza que no he renunciado a lo que quise, porque ya no es posible actuar del mismo modo, porque ya veo con claridad mi error, ¿quién sabe qué me espera...?
¡Por fin soy libre! Y nadie me ha dado la llave para despertar de este letargo de complicaciones sin un fin aparente, tan solo la tenemos cada uno de nosotros, si es que queremos ver nuestra oportunidad y ser capaces de poder comprender y afrontar nuestro orgullo herido, nuestras vanas exigencias y la esclavitud de nuestros rígidos prejuicios y vicioso embrutecimiento... y eso, no es una flor de un solo día.
¿Quién te da tu amor...? Yo me lo doy a mí misma porque eso es lo que soy y conmigo queda, yo elijo este privilegio y este poder porque me pertenece, así que este ofrecimiento decisivo que en todo hace la gran diferencia, es propio, y tan solo a uno mismo se pide y ofrece. Desde aquí, todo lo demás se ve y ya es alcanzable. Ahora sé que a nadie puedo dar mi amor, es un ofrecimiento propio. Sencillamente, tardé en darme cuenta. Tal vez también por los mitos televisivos y todos los condicionamientos que nada tienen que ver con el amor, sino con ideas preconcebidas de lo que creemos, ha de ser, para sentir que podemos amar y ser amados en nuestras vidas. Y, la verdad, para eso podemos darnos cuenta que no necesitamos equipamiento alguno, porque esto es lo que somos.
Quien me conoce -aunque bien sé que no soy fácil de conocer- sabe que siempre elegí la libertad y que todo es solo una cuestión de tiempo porque nada hay en este mundo que me haga no ser capaz. Quien no me conoce, pues nada, qué le vamos a hacer, no necesito su aprobación porque nunca he dejado de hacerlo, y vivirlo, por mí, y porque yo lo pude y puedo, y eso, es una certeza elemental, sencilla, clara, distinta e indiscutible, aunque el mundo entero tuviera una venda en los ojos creyéndose lo contrario o demás pamplinas varias de bocafloja removiendo, con la lengua, el aire. Ojalá no les hubiera creído nunca ni hubiera llegado nunca, jamás, a lo que llegué. Pero basta de eso, que la palabra floja solo consuela a los necios que, en vez de tomar camino, se eternizan dando vueltas en las rotondas hasta apagar su poder y existencia.
Ahora sí que sí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario