sábado, 19 de septiembre de 2015

Sin una condición

No me voy a entristecer por esto ahora mismo, sencillamente porque ya no puedo llorar más. Me he rebelado toda mi vida contra la indiferencia y el utilitarismo, ahora simplemente no me hace mella, no me hace dejar de ser quien soy ni dejar de actuar como realmente quiero. Gracias a las personas que lo saben, y a las que no lo saben, gracias también, por hacerme más fuerte con su sola ausencia o presencia.
La diferencia entre un cobarde y un valiente hoy en día, es que el cobarde desiste, y el valiente sabe que, cometa los errores que cometa, está aprendiendo a hacerlo y por eso lo hace, su actitud es activa, porque cuando se cae se levanta y sigue adelante y en eso no hay pérdida. El valiente no confunde una simple tormenta con una imposibilidad, como hace el cobarde, el valiente sabe que llegar no depende de las circunstancias, que son cambiantes, sino de él. El valiente acepta la vida como es y aporta con humildad lo que tiene; el cobarde la busca como cree que debería ser, y, por ello, la niega y pone pegas, porque en realidad no quiere ni está dispuesto a dar ni a darse, quiere unas garantías que no existen. Todos hemos sido cobardes, no neguemos nuestra cobardía humana, veamos simplemente que ante nuestra cobardía podemos atrevernos a vivir lo que queremos y merecemos, por derecho natural a ser quien somos y no hacer como en la fábula de la zorra y las uvas (Esopo), en que no se las comió por no alargar la mano, porque se engañó diciendo que estaban verdes.
Simplemente, date cuenta de si te estás mintiendo o no porque realmente puedes estar siendo un esclavo del miedo.

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