viernes, 13 de marzo de 2015

Las feminazis y el hombre del saco


Parece que todo lo relacionado con el feminismo empieza a tener una relevancia antes impensable. Que si es un escándalo que Syriza no haya nombrado a ninguna mujer como ministra, que si cada vez más mujeres consideran los piropos como acoso callejero, que si los anuncios de la Super Bowl se viralizan por su contenido sexista… Y, a su vez, empieza también a tomar relevancia un término familiar: «las feminazis».

Aclarar qué es una feminazi teniendo en cuenta que el «feminazismo» no está recogido por la RAE es, cuanto menos, complicado. Veamos entonces, de momento, qué dice la RAE sobre el «feminismo».

feminismo.

(Del lat. femĭna, mujer, hembra, e -ismo).
m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres.
m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.

Una vez aclarado que el feminismo no es una doctrina que busca la superioridad de la mujer sino simplemente equiparar derechos entre mujeres y hombres, profundicemos.

¿Qué podría ser eso de «feminazi»?

Todos, en algún momento, hemos dado por cierta no solo su existencia sino también su reprobación, como mínimo el tiempo que hemos tardado en pararnos un momento a pensar «espera, pero ¿qué es ser una feminazi exactamente?».

Yo también hice este parón en algún momento de la reflexión; a personas que han seguido haciendo reflexiones del tipo «si Fulanita sigue así, va acabar siendo una feminazi», les he preguntado: «¿Qué es convertirse en una feminazi? ¿Una feminazi como quién?».

El ‘como quién’ nunca me lo han sabido aclarar, pero el ‘qué’ siempre acaba con un: «Pues una extremista, los extremismos no son buenos nunca, muchacha». Y, cuando me repongo de esta lección que me recuerda mucho al «yo me sumaría al 15M si no fuera tan extremista, los extremismos nunca son buenos», suelo añadir: «Pero si el feminismo busca la igualdad y una feminazi es una extremista, ¿ser una feminazi es alguien que pelea más vehementemente por la igualdad?».

Aquí, y podéis probarlo si no me creéis, empiezan a torcer el gesto, a entornar los ojos mientras te miran como si fueras alguien a quien pueden perder, alguien vulnerable que puede descarriarse: «¿tú también con esas?, a ver si feminazi vas a acabar siéndolo tú».

Y, de verdad, yo solo intento arrojar un poco de luz; entender qué es exactamente una feminazi.

Me atrevo a lanzarle esta pregunta a usted:

¿Conoce usted en su entorno a alguna feminazi?

¿Qué hace una feminazi?

¿Quema sujetadores? ¿Sale desnuda de paseo?

¿Amenaza a hombres por la calle con expropiarlos de sus penes?

¿Usa el plural en femenino solo para herir a los hombres?

Me niego a pensar que un término tan ampliamente aceptado, tan violento (no olvidemos que incluye la partícula ‘nazi’) y usado con tanto desprecio no tiene una definición concreta o, al menos, una persona a la que puedas poner como ejemplo.

Convendrán conmigo en que las feminazis pueden recordar un poco al `Hombre del Saco’, ese ser terrible al que nadie había visto jamás, pero que parecía funcionar para alejarnos de donde no debíamos estar. Una feminazi también parece ser un ente con el que mejor que nadie te relacione. Alguien que pelea por las mujeres pero, al parecer, no de la forma deseable: no de la forma que le gusta al patriarcado.

«A ver si el Hombre del Saco no existe ni nada, abuela».
«¡Uy, que no existe dice! ¿Tú no sabes que el Hombre del Saco se lleva primero a los niños que dicen que no existe?».


yorokobu.es

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