sábado, 4 de abril de 2015

La paradoja del paso insignificante

Cuando la vida no te permite ningún refugio simplemente deseas inercialmente volver a la indiferencia. Cuando me he visto simplemente asomando la cabeza, he pensado que este era precisamente el momento que esperaba, el que he estado esperando en todo momento. Tal vez me cueste reconstruir mi pasión pero no me puedo permitir volver a mi escondrijo de comodidad y búsqueda de absolutamente nada.
Rallarse la cabeza hasta encontrar algún por qué para que vuelva a servir de excusa para rallarse la cabeza, es sencillamente gratis, es obscenamente sencillo.
Es mejor sentir vergüenza de aparecer en algún momento a la vergüenza de volver a esconderse después de esto.
Quiero vivir y mis peticiones están siendo escuchadas. Yo misma me escucho. Yo me lo he guisado y yo me lo he comido, y así... ¿A qué estaba esperando para transformarme?
No soy una persona de exigencias y verdaderamente mi movimiento es lento, pero al fin he podido advertir una apenas imperceptible transformación, y es mi distinción entre mentirme a mí misma o admitir lo que he visto con mis propios ojos.
No voy a volver a esconderme para quejarme de que mi vida no va bien, porque eso de que mi vida no va bien por no sé qué ya me lo he oído antes.
Definitivamente he encontrado la lenta diferencia entre la transformación y el estancamiento en el paso de ser honesta y coherente con lo que he podido observar.
Prueba a ver cómo reacciona tu cuerpo, a ver qué te está pidiendo. Y cuando veas que vuelve a "lo de siempre", aunque sea un leve gesto, aunque sea prácticamente imperceptible, limítate a no obviar lo que has visto. Puede ser un paso pequeño, puede no ser el montaje guay de vida que tienes en la cabeza, pero ese primer paso marcará la diferencia entre volver a mentir y decir la verdad.
Y la única verdad es vivir y decidir cómo lo quieres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario